Lo vital en la predicación es el mensaje. Si no hay mensaje todo lo demás sale sobrando. Pero aunque la ilustración está subordinada al contenido, aquella no es insignificante. Aquello que clarifica la Palabra de Dios y lleva convicción a la mente, aquello que ayuda a eliminar dudas y quitar impedimentos en el camino de la fe no debe ser menospreciado. Por eso son tan importantes las ilustraciones, pues están para iluminar la solemne grandeza del mensaje; para hacerlo claro, atractivo y motivador para mente humana. El gran desafío es cómo tenerlas a mano cuando se necesitan.